En cada rincón de la Isla, desde los quioscos en Piñones hasta las plazas de los pueblos más tranquilos, el aroma de una fritura recién hecha es una invitación difícil de ignorar.
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Alcapurrias doraditas, bacalaitos crocantes y empanadillas rellenas hasta el tope forman parte del alma gastronómica de Puerto Rico.
Pero, ¿qué es lo que realmente nos conecta con estas delicias fritas? ¿Por qué nos gustan tanto?
La respuesta está en una mezcla poderosa de sabor, historia y cultura.
Un legado afrocaribeño
Las frituras tienen profundas raíces en la herencia afrocaribeña de Puerto Rico. Ingredientes como la yuca y el plátano rallado, base de las alcapurrias, eran ampliamente utilizados por las comunidades africanas esclavizadas que aportaron su ingenio culinario al mezclar lo poco que tenían para crear platos sustanciosos. Freír es una técnica práctica, rápida y deliciosa.
“Las frituras son testimonio de resistencia y creatividad”, comenta la historiadora gastronómica Aida Colón. “Lo que comenzó como comida de subsistencia hoy es motivo de orgullo nacional”.
Sabor que reconforta
Hay algo profundamente nostálgico en una buena fritura. Nos transporta a momentos felices: días de playa, fiestas patronales, el chinchorreo de fin de semana. Ese primer mordisco que cruje y revela un interior jugoso es, para muchos, el sabor de la infancia, de la familia, de lo nuestro.
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“Es comfort food, boricua style”, dice entre risas Carlos Rodríguez, dueño de un famoso quiosco en Luquillo. “Tú puedes estar en dieta, pero ves una alcapurria bien hecha y se te olvida todo”.
Un símbolo de identidad
Más allá del gusto, las frituras son una forma de afirmar nuestra identidad cultural. En cada alcapurria o bacalaíto se mezclan generaciones de saberes culinarios, ingredientes locales y sazones que solo aquí saben así. No es solo comida: es tradición, es comunidad, es orgullo.
Y aunque los tiempos cambian, y las tendencias saludables ganan terreno, las frituras resisten. Se reinventan —ahora las hay veganas, al horno, con rellenos gourmet— pero sin perder su esencia.
En fin, amamos las frituras porque nos representan. Son sabrosas, sí, pero también son parte de nuestra historia, nuestra memoria colectiva y nuestra manera de celebrar la vida.
Así que la próxima vez que saborees una empanadilla bien calientita, recuerda: estás probando un pedacito de Puerto Rico.