En Puerto Rico, la Semana Santa es un tiempo de pausa, espiritualidad y reuniones íntimas que suelen girar en torno a la mesa. Y aunque la tradición gastronómica se inclina hacia el pescado y los mariscos, cada vez son más los paladares que encuentran en el maridaje de vinos y quesos una manera elegante y diferente para celebrar.
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El clima cálido de la isla durante esta temporada invita a disfrutar de vinos frescos y ligeros, acompañados de tablas de quesos que pueden ir desde lo artesanal puertorriqueño hasta clásicos europeos. La clave está en encontrar ese equilibrio armonioso entre sabores, texturas y aromas que permitan que cada bocado sea una experiencia.

Blancos que refrescan y quesos que sorprenden
Para quienes prefieren mantener la ligereza del menú cuaresmal, un Sauvignon Blanc bien frío es el acompañante ideal. Sus notas cítricas y herbáceas contrastan maravillosamente con quesos de cabra frescos o un buen feta curado en aceite de oliva. Otro blanco popular en esta época es el Albariño, especialmente si hay mariscos sobre la mesa. Su acidez vibrante realza quesos semiblandos como un Manchego joven o un queso de hoja boricua, suave y con matices herbales.
Tintos suaves y momentos contemplativos
Aunque algunos podrían pensar que el tinto no encaja con los días de calor, un Pinot Noir afrutado puede ser el alma de un maridaje sutil y profundo. Marida de forma excepcional con quesos de corteza lavada o con notas terrosas, como un Camembert bien madurado. También puede acompañar tablas con jamones curados, frutas secas y panes artesanales. Perfecto para una tarde de reflexión en buena compañía.

Rosados y espumosos: alegría en copa
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Para momentos más festivos, los vinos rosados secos o los espumosos son los favoritos indiscutibles. Su versatilidad los convierte en aliados ideales para una tabla diversa que incluya quesos azules, mermeladas de frutas locales y nueces. Un cava brut, por ejemplo, limpia el paladar tras cada bocado y realza los matices salados y dulces del queso azul combinado con guayaba o miel local.
Ya sea como aperitivo, sobremesa o cena ligera, el maridaje de vino y queso ofrece una forma sofisticada y sensorial de vivir la Semana Santa.