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Javier Rodríguez: “El vino busca la felicidad”

El enólogo de Rodríguez y Sanzo presenta en Puerto Rico sus etiquetas más inconformistas junto a Hill Brothers

Suministrada
Suministrada El enólogo Javier Rodríguez —fundador de la reconocida bodega Rodríguez y Sanzo— visitó Puerto Rico para compartir en exclusiva sus vinos más emblemáticos.

Con el sello de su filosofía enológica irreverente y humanista, el enólogo Javier Rodríguez —fundador de la reconocida bodega Rodríguez y Sanzo— visitó Puerto Rico para compartir en exclusiva sus vinos más emblemáticos.

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La presentación, organizada por Hill Brothers, distribuidor oficial en la isla, se llevó a cabo en Hacienda Angelina, restaurante liderado por la chef Alida de Paz. Allí, la cocina caribeña se convirtió en el escenario perfecto para maridar vinos con historia, emoción y un profundo sentido de identidad.

En entrevista exclusiva para Sabrosía.PR, Rodríguez expresó: “Estoy aquí de la mano de Hill Brothers, disfrutando de la hospitalidad de este hermoso país y aprovechando la oportunidad para presentar mis vinos. Queremos que la gente no solo los pruebe, sino que los viva”.

Durante la velada, los asistentes degustaron una selección proveniente de sus viñedos en Rueda y Toro, donde la innovación y la tradición se entrelazan. Entre las etiquetas destacadas estuvo el Rodríguez Sanzo Bajo Velo, elaborado con una técnica tradicional jerezana que el enólogo ha revivido en Castilla y León. “Esto es volver a nuestra historia. Lo que hemos hecho es recuperar una elaboración que existía en Rueda y que desapareció en el siglo XX. Yo la traje de vuelta con mi propia interpretación”, explicó.

También se presentaron vinos como el Tras la Yesca, un blend frutal y moderno; Las Tierras El Pego, descrito como “un vino de pueblo, más introvertido pero muy serio”; y el Extinta, elaborado con uvas de viñedos prefiloxéricos. El cierre de la noche fue con Whisba Tinta de Toro, el único vino español criado en barricas de whisky, que nació como un proyecto personal: “Quería hacer un vino especial para mi cumpleaños número 50. Lo que empezó como una idea romántica se ha convertido en mi propuesta más llamativa a nivel internacional”.

Suministrada
Suministrada El enólogo Javier Rodríguez —fundador de la reconocida bodega Rodríguez y Sanzo— visitó Puerto Rico para compartir en exclusiva sus vinos más emblemáticos.

Para Rodríguez, el vino no es solo técnica: es emoción, es ética, es compromiso con la tierra. “No sé quedarme quieto. A esto lo llamamos ‘culo inquieto’. Pero es que el vino me causa felicidad. Y eso me impulsa a seguir explorando, probando, desafiando lo establecido”, dijo entre risas, con una sinceridad que conectó con el público presente.

El respeto por la historia vitivinícola y el deseo de crear opciones para las futuras generaciones también forman parte esencial de su legado: “Estamos trabajando con variedades olvidadas, minoritarias, que nunca fueron bien acogidas. No lo hago por nostalgia, sino para dar a las nuevas generaciones más posibilidades de elección”.

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La noche en Hacienda Angelina no fue solo una cata. Fue una declaración de principios. La cocina de Alida de Paz, vibrante y llena de alma, realzó los matices de cada vino, creando una experiencia donde el terruño español y los sabores del Caribe dialogaron con armonía.

Más allá de los premios o el reconocimiento internacional —su bodega figura entre las cien mejores del mundo—, Javier Rodríguez se enfoca en el impacto social de su trabajo. “Aunque somos una empresa familiar pequeña, influimos en muchos viticultores. Nuestro objetivo es preservar el patrimonio vitícola, rescatar lo que otros desechan y demostrar que hay belleza en lo que no sigue la norma”.

Antes de despedirse, compartió una invitación a quienes deseen seguir explorando su mundo: “En Rueda tenemos un complejo enoturístico en una finca de 1712, con una posada entre viñedos. Es para quienes quieran disfrutar el vino desde la raíz. Queremos que vivan una experiencia que no van a olvidar nunca”.

Con esta visita, Javier Rodríguez reafirma que el vino no se limita al paladar, también se siente, se cuestiona, se comparte. Y, sobre todo, se sueña.

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