Sin duda el encierro que nos trajo la pandemia nos llevó a experimentar cosas nuevas. Algunas comenzamos nuestros huertos caseros a otras les dio por aprender a confeccionar postres y así por el estilo. Hoy les comparto esta crónica de una amiga whiskera a la que llamaré Dew Rivers. Ella probó el whiskey por primera vez durante la pandemia y lo demás es historia. ¡Qué la disfruten y sláinte!
Whiskey, ¿yo? No gracias, eso es para hombres … Pero en eso llegó la pandemia y después de un año de estar medios encerrados, una noche de esas donde el estrés del día estuvo a millón, observo a mi esposo degustando un whiskey neat y se veía tan relax que me dio envidia, pero de la buena.
No se si fue la pandemia o el encierro, pero mi mente cambió porque a mi ni el olor del whiskey me gustaba. Entonces mi esposo me preparó mi primer trago de whiskey; ¡un Kentucky Mule! Me acuerdo que mi reacción fue, ¡Wow, qué bueno sabe esto! Pero tratando de disimular un poco frente a él porque siempre había dicho que yo NUNCA bebería whiskey.
Para hacer el cuento largo corto, fui a mi primera cata y yo pensé que me podía beber el primer whiskey tan pronto me lo sirvieron como si fuera un shot. Allí aprendí que tenía que ser paciente porque esto se trata de disfrutar la experiencia. Hay que conocer la historia del whiskey, ver el lagrimeo en la copa, oler las notas en la nariz y, finalmente probarlo. ¡Yes! (Y yo como si me estuviesen hablando en japonés).
Y así fue como, gracias a la pandemia, me convertí en whiskera. Admito que me encanta su historia, su variedad y su versatilidad porque es un espíritu que se puede beber con muchas cosas, es más, ¡como te de la gana! Me falta mucho por aprender y sobre todo, ¡por probar!
Sláinte a todas las mujeres whiskeras de Puerto Rico, ya soy parte de ustedes, ¡woohoo!
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