En cada rincón de Puerto Rico, desde los kioscos costeros hasta las mesas familiares, el aroma a bacalao guisado, empanadillas de mariscos y serenatas de bacalao anuncian la llegada de la Semana Santa.
Más allá de una elección culinaria, el consumo de pescado en este periodo responde a una arraigada tradición cultural y religiosa que ha pasado de generación en generación.
La costumbre de evitar carnes rojas durante la Semana Mayor proviene de prácticas del catolicismo que establecían la abstinencia como forma de penitencia y reflexión espiritual. En lugar de carnes, consideradas símbolos de lujo o celebración, se favorecen los platos a base de pescado, mariscos y viandas. Aunque muchas de estas reglas han sido flexibilizadas con el tiempo, en Puerto Rico —donde la fe y la cocina van de la mano— la costumbre sigue viva, adaptada a los sabores de la isla.
“La tradición de comer pescado en Semana Santa no es solo una cuestión religiosa, es también un reflejo de nuestra identidad como pueblo costero y caribeño. Es cuando los saberes culinarios de las abuelas, como los guisos de bacalao, los escabeches y las frituras de jueyes, toman protagonismo en la mesa”, señala la historiadora gastronómica Marta Rivera, quien ha documentado la evolución de esta práctica en distintas regiones del país.
Durante esta época, el consumo de productos del mar se dispara, especialmente en zonas como Loíza, Arecibo, Aguadilla, Cabo Rojo y Culebra, donde comunidades pesqueras refuerzan sus operaciones para suplir la demanda. Mercados, pescaderías y villas pesqueras se llenan de vida, con largas filas de personas buscando los ingredientes para sus recetas tradicionales.
Platos como el bacalao a la vizcaína, los piononos rellenos de mariscos, los tacos de pescado y las alcapurrias de carrucho se suman a un menú que honra la temporada con creatividad y sabor. Además, para muchos puertorriqueños, la preparación de estos platos es una actividad familiar, cargada de recuerdos y significado.
“Más allá de la religión, para mí es una manera de conectar con mis raíces. Mi mamá me enseñó a preparar el bacalao con calabaza, como lo hacía mi abuela. Lo hacemos todos los Viernes Santos, y es un momento especial para la familia”, cuenta José Luis Figueroa, residente de Vega Baja.
En los últimos años, la tradición ha encontrado nuevas expresiones. Restaurantes y chefs locales han incorporado versiones modernas y creativas de platos con pescado y mariscos, manteniendo viva la esencia pero abriéndose a fusiones y presentaciones contemporáneas. Lo que antes era una imposición de la fe, hoy se convierte en una excusa deliciosa para explorar los sabores del mar.
Mientras tanto, pescadores y promotores del consumo responsable recuerdan que elegir pescado fresco y local no solo es más sabroso, sino también una forma de apoyar la economía costera y fomentar la sostenibilidad marina.
Así, el consumo de pescado en Semana Santa en Puerto Rico sigue siendo un puente entre la devoción, la cultura y la mesa, donde el mar se convierte en protagonista de una tradición que se renueva cada año con el mismo sabor de siempre.